Tu luz no es cualquiera,
tu esplendor hipnotizante,
ciclo incesante.
Cuando más me faltas, más te añoro
bañando mi cuerpo
con tu luz cambiante
que me embruja las ideas.
Y aquí yacemos tu recuerdo y yo
cobijados por el mismo cielo estrellado
añorando el tenue resplandor
que tiñe mi piel de paz
con un dulce manto blanco.
En la obscuridad de la luna nueva,
sólo se escucha el silencio.
Tu recuerdo se vuelve precario,
y todo sentimiento, inútil y vacío.
Sólo queda una obsesión irrelevante
y un sentimiento condenado a muerte
que vaga en la ambigüedad de un genuino idealismo.
Enamorada de tu tenue ilusión,
no me queda nada más que esperar:
Esperar que los gatos dejen de hacer ese ruido estridente,
esperar que tu recuerdo se seque,
esperar que tu cambiante orden concertado
traiga a mí de nuevo la luz de luna llena.
No me explico el origen de esta esperanza
que me llena el corazón de una energía delirante
y me ilumina el rostro de una sonrisa
que aún no se desgasta de tanto usarla.
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