Cuando eres niño usualmente le tienes miedo a la obscuridad, mientras creces, un día se te ocurre cerrar los ojos a solas en medio de un cuarto en ausencia de luz y sentir la tranquilidad y el silencio en ese estado donde aparentemente la nada te rodea. Los espíritus cadavéricos que antes pasaban a tu lado y te rosaban con sus telas flotantes de pronto pasan a través de ti y no sientes un golpe sino una absorcion de energía. Aflora tu luz interna y enciendes ese cuarto lleno de nada y acomodas en él todos tus deseos, tus sueños, lo iluminas contigo. La obscuridad de pronto ya no parece un mounstro tan retador como solía serlo.
Sigues creciendo y los mounstros cambian de faz, ahora se llaman diferente, soledad, fracaso, enfermedad, frustración... Y es entonces cuando recuerdas lo bueno que era cuando le tenías miedo a la obscuridad.
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