Por Mery Piña
Dos amantes escondidos en una imagen desenfocada
se encuentran viviendo la ambigüedad del otoño.
El viento se cansa deshojando los dorados árboles,
y entretanto, va arrancando paulatinamente el seco pasado
que agobiaba su corazón.
La incertidumbre no les deja abrasarse,
sólo brotan unos cuantos besos mustios
que con el tiempo se van avivando
en una mezcla de dulzura y pasión
que parece renacer a cada encuentro.
Detrás de las nubes que anuncian el invierno,
el sol brilla fuertemente.
Ellos se dejan empapar por la fresca lluvia de agua nueva,
mientras se dedican a preservar la sonrisa en los labios del otro.
Es cuestión de tiempo antes que descubran la relación intersticial
que serenamente se gesta para florecer con la primavera.